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La frontera que se legaliza: cómo un acuerdo con Venezuela transforma la vida de comerciantes en Cúcuta

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Un comerciante de Cúcuta que hoy mueve sus productos entre Colombia y Venezuela pagando sobornos y escondiéndose de las autoridades, dentro de poco podrá operar a plena luz del día. Con factura legal. Sin miedo. Eso cambia todo. Pero no es un sueño. Es la consecuencia directa del Memorando de Entendimiento que firmaron ambos países para crear una Zona Económica Especial Binacional, un documento que la cancillería (e) Rosa Yolanda Villavicencio defendió ante el Congreso como «concertado sobre la base de la igualdad y el beneficio mutuo».

¿Por qué importa ahora? Después de años de criminalizar el comercio fronterizo, Colombia finalmente entendió que la economía binacional es más fuerte que cualquier decreto. Los cierres fronterizos desde 2015 solo demostraron que la gente sigue comerciando, pero con más riesgos y costos. Este memorando no es vinculante, pero es la primera vez que se plantea regularizar en lugar de perseguir.

Para Luis Ramírez, que vende alimentos en Puerto Santander, esto significa que su negocio ya no tendrá que andar escondido. «Esto es concreto. No otro papel más», dice mientras empaca arroz que antes movía por trochas. Ahora podrá usar pasos legales, pagar impuestos justos y dormir sin que un operativo lo deje en la quiebra. Su historia se repite en miles de pequeñas familias que han sobrevivido al contrabando porque no había alternativa.

Sin embargo, las dudas persisten. ¿No será esto puro cuento para lavar dinero o beneficiar a los grandes? La cancillería insiste en que las comisiones técnicas incluirán a gobernaciones, alcaldías, cámaras de comercio y sociedad civil. El Ministerio de Comercio y el DNP tendrán que destripar los detalles operativos. Pero el escepticismo es comprensible. La Zona de Integración Fronteriza de los 90s quedó en nada. Promesas van, promesas vienen.

Lo cierto es que esta vez hay una voluntad política clara. El Plan Nacional de Desarrollo 2022-2026 prioriza la integración con América Latina, y el restablecimiento de relaciones con Venezuela en 2022 fue el primer paso. Ahora toca poner plata donde hay promesas. Ambos países tienen crisis fiscales, pero el costo de no actuar es mayor: perpetuar una economía subterránea que no beneficia a nadie.

Transformación. Así llaman en Cúcuta a este cambio. De estar fuera de la jugada a tener reglas claras. Pero cuidado. Si los pequeños comerciantes no acceden fácilmente a los permisos y beneficios, todo quedará en lo mismo de siempre. Los grandes empresarios acapararán los beneficios y la informalidad seguirá campante. El memorando debe demostrar que no es otro elefante blanco.

¿Funcionará? Depende. El éxito no está en los documentos, sino en que un vendedor de electrodomésticos en Paraguachón pueda facturar sin miedo. Que una mujer que cruza medicinas ya no tenga que pagar «vacunas» a grupos armados. Que la frontera deje de ser sinónimo de ilegalidad y se convierta en motor de desarrollo.

Futuro. Eso es lo que está en juego. No es solo un acuerdo diplomático. Es la vida de miles que han vivido en la sombra por décadas. El gobierno de Petro apuesta por regularizar lo inevitable. Y esta vez, parece que va en serio.