El secreto mejor guardado de Olímpica: 9 de cada 10 trabajadores no son de su nómina

Nueve de cada diez personas que visten el uniforme de Olímpica en realidad no trabajan para Olímpica. El dato, confirmado por la viceministra Sandra Muñoz tras una inspección sin precedentes, revela el corazón de un sistema diseñado para evadir derechos laborales a gran escala. Esto no es un error. Es un sistema.
Por primera vez, el Ministerio de Trabajo puso la lupa sobre 56 tiendas y 4 centros de distribución de la cadena. Lo que encontró explica por qué una cajera puede trabajar 10 horas diarias sin un lugar digno para almorzar. O por qué pueden despedirla sin explicaciones. La empresa simplemente no la contrata a ella, sino a una tercera que hace el trabajo sucio.
¿Cómo es posible que esto pase en una de las cadenas más grandes del país? La respuesta es simple: les sale más barato pagar eventuales multas que cumplir con la ley. Mientras tanto, miles de trabajadores cargan con las consecuencias. Sin estabilidad. Sin jornadas justas. Comiendo donde puedan, si es que pueden.
Pero esto no es nuevo. El año pasado, las tiendas D1 mostraron el mismo patrón. Parece que el sector retail colombiano encontró la fórmula mágica: externalizar a las personas para internalizar las ganancias. Un modelo que en países como España los tribunales ya tumbaron por ilegal.
La inspección encontró fallas que van más allá del papel. Brigadas de emergencia que no existen. Puestos de trabajo que parecen diseñados para provocar lesiones. Dotaciones que no protegen. Un desastre organizado.
Y entonces, silencio.
El ministro Antonio Sanguino lo dice claro: esto responde a reclamos de los trabajadores. No fue una casualidad. Fue la gente alzando la voz. La pregunta del millón es qué pasará ahora. ¿Multas que Olímpica pagará sin pestañear desde sus ganancias? ¿O cambios reales que devuelvan la dignidad a quienes mueven la empresa?
Lo cierto es que el ministerio no se está echando bala. Investigó a fondo. Ahora toca ver si las sanciones duelen lo suficiente como para que el cambio sea inevitable. Porque los trabajadores ya dieron la peña. Les tocó aguantar hasta el límite para que alguien los escuchara.
Esto no es un discurso. Es vida. La vida de quienes sostienen cada día el negocio con sus manos, su tiempo y su salud. El modelo de Olímpica, al descubierto, muestra hasta dónde puede llegar la codicia corporativa cuando nadie la frena. La pelota está ahora en la cancha de la justicia laboral. Y miles de familias esperan que esta vez, por fin, el juego se juegue limpio.