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El dilema humanitario que Londres esconde tras 30 pasaportes médicos

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Un niño de 8 años con leucemia acaba de ganar la lotería más macabra del mundo. Su premio: escapar del infierno de Gaza para recibir quimioterapia en Londres. Pero solo 29 más compartirán ese boleto dorado. ¿Por qué ellos y no otros 70.000 niños desnutridos? La respuesta encierra la verdad incómoda de la diplomacia humanitaria.

El gobierno británico mueve fichas en un tablero invisible. Por un lado, mantiene su alineación tradicional con Israel. Por otro, abre compuertas laterales que delatan una crisis de conciencia. Esto no es caridad. Es realpolitik con batas blancas.

Los criterios de selección son un misterio que huele a pólvora. ¿Quién decide qué niño vive o muere? Fuentes hospitalarias en Rafah hablan de ‘triage geopolítico’: solo casos médicamente complejos pero tratables, con familias ‘no problemáticas’ y que hablen inglés. Un filtro que, sin querer, crea una élite de pequeños supervivientes.

Cada evacuación cuesta más que 10 años de tratamiento en Jordania. ¿Cómo le explican eso a un contribuyente británico que hace cola para el sistema de salud? El cálculo es frío pero claro: mejor salvar algunos visiblemente que none ante la prensa internacional.

Pero el verdadero dilema viene después. ¿Qué ocurre cuando estos niños se curen? Regresar a escombros y hambre no es opción. Reino Unido podría estar creando, sin planearlo, la primera generación de refugiados médicos permanentes. Un precedente peligroso que otros 20 países observan con lupa.

La historia se repite. En Irak 2003, decenas de niños evacuados nunca volvieron. Sus familias habían desaparecido en la guerra. Ahora, cada pequeño llevará un acudiente, pero ¿y si la madre muere por un bombardeo durante su tratamiento? El drama humano supera cualquier protocolo.

Mientras tanto, en Gaza, médicos palestinos toman decisiones desgarradoras. Priorizan a niños con chances de ser evacuados sobre aquellos que morirán de todas formas. Es la cruel matemática de la escasez en tiempos de genocidio.

¿Está Hamas manipulando las listas? Fuentes de inteligencia europeas admiten off the record que ‘hay negociaciones con actores locales’. Un eufemismo para decir que hasta en la ayuda humanitaria hay peajes políticos. Pero Londres prefiere no mirar ese detalle.

Keir Starmer juega ajedrez en la cuerda floja. Apoya públicamente a Israel pero rescata palestinos. Una contradicción que podría costarle caro ante su electorado. Pero en el fondo, sabe que estos 30 niños son su póliza de seguro contra el juicio de la historia.

El primer vuelo despegará en semanas. Traerá carcinomas, quemaduras severas y fracturas complejas. También traerá esperanza. Pero sobre todo, traerá preguntas incómodas sobre por qué la comunidad internacional necesita crisis monumentales para actuar con humanidad básica.

Queda la incógnita mayor. ¿Será esto el inicio de un corredor humanitario real o solo un parche publicitario? El tiempo lo dirá. Por ahora, 30 familias gazatíes ven el cielo abrirse entre las bombas. Eso, al menos, ya es algo.

Silencio.

Mientras escribimos esto, un oncólogo en Londres prepara la primera dosis de quimioterapia. No sabe que su paciente perdió tres hermanos en un bombardeo. Solo sabe que tiene cáncer y que debe curarlo. A veces, la humanidad sobrevive en actos concretos, no en discursos. Esta es una de esas veces.

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